domingo, 8 de junio de 2014

Me complico



     Ayer cierta persona cercana dijo de mí que era una persona que pensaba demasiado. Como si no fuera suficiente con ello, otra persona también cercana me sugirió las mismas palabras, pero con un añadido: te complicas. ¿Quién piensa demasiado, el lobo o la persona? Como obviaréis sin mucha dificultad, la persona. Me tomo la libertad de usar aquella conocida dicotomía de un hombre, que bien podía haber sido un espléndido amigo mío (en mis sueños) y que reconozco como algo así como un ídolo. Herman Hesse y su lobo estepario me hacen plantearme cuándo actúa quién: el lobo o la persona.

     ¿Un lobo encerrado en el cuerpo de una persona o una persona encerrada en el cuerpo de un lobo? Y apuesto a que la mayoría de los lectores del nombrado libro se sentirían, del mismo modo que Harry, identificado con la teoría de las dos almas, y creerían llevar un lobo dentro. ¿Por qué un lobo? Quizá usted piense que más que un lobo es un papagayo, pero no me entremeteré en las complejas psicologías del mundo animal.

     El punto es: me complico. Quizá mi lobo esté aburrido de estar encerrado tras los barrotes de mis inescrutables raciocinios. Quizá le apetezca salir un poco a pasear, correr, oler la hierba, cazar algún conejillo despistado… vivir. O, como mínimo, que le dé de comer de vez en cuando. Nunca fui bueno con eso de cuidar mascotas. 


Ele

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