Empiezo estas
líneas sin ningún motivo especial, sólo el simple hecho de soltar de entre
mis agarrotados dedos, decrépitos y aburridos párrafos inmasticables fruto de
mi mente enferma. Si te aburres lo suficiente, te interesan los delirios de un
tocado mental o, simplemente, estás igual de trastornado que yo, te invito a
pasearte un rato por mis pensamientos.
En este blog
te mostraré en lo que se convierte mi mente cuando empieza a pensar,
sobrepensar, hiperpensar… desvariar, sin ir más lejos: en un hervidero de ideas
psicóticas que forman una masa heterogénea de frases carentes de sentido, entre
otras con demasiado sentido, quizá. Pero, ¿para qué engañarnos? Todo queda en
un ridículo show de pensamientos absurdo, desorientado, aberrante, profundo y
efímero a la vez y, en definitiva, doloroso. Porque nunca sabemos hasta qué
punto es el cruel mundo el que nos daña y hasta qué punto somos nosotros mismos
los que clavamos puñales envenenados entre nuestras vulnerables costillas.
¿Es posible
que la gran capacidad intelectual del hombre (y de la mujer) pueda llevarlo al
punto de dañar su propio sistema mental? No han sido pocos los escritores y
filósofos que acabaron con algún bonito trastorno en su mente de genio a lo
largo de la historia. ¿Tan débil es aquel órgano/sistema del que tanto nos
enorgullecemos los seres humanos? Y es que, como bien dijo mi profesor de
neurología un día: el cerebro nunca se entenderá a sí mismo. “Así que seguid
intentándolo, ilusos, (nos dicen las consciencias desde arriba), nunca
lograréis llegar más allá de lo que os permitimos. Disfrutad de lo que os hemos
dado y dejad de preguntar cosas. Os
hemos dejado uno de los regalos más bellos del universo: la incertidumbre, para
que juguéis con ella en vuestros ratos libres (si es que tenéis de eso en ese
mundo tan raro que habéis creado vosotros mismos)”.
Y desde la
penumbra de mi alcoba, con una bebida cafeínica (adicto) al lado de la
pantalla, la luz tenue de mi flexo barato y apuntes universitarios
desperdigados sobre mi escritorio, aporreo las teclas de mi mejor amigo
electrónico, para ofreceros un trozo masticado, engullido y vomitado de mi
cerebro enfermo. Léeme si quieres enfermar también. Yo me limito a advertir:
“Sólo para locos”, atreviéndome a añadir a la advertencia: “o para quién desee
serlo”.
Con el
propósito de dar desasosiego a mi
trastocada mente, que me pide a gritos atención en cada mísero momento del día,
me decido a crear este blog, para escupir el flujo de delirios raros que me
atragantan cada día. No espero que sea de su agrado, sería pedir demasiado.
Y eso es todo.
Bienvenidos a
mi mundo enfermo.
Ele
Ele
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