Antes no sabía
relacionarme, no era capaz ni de rozar a la gente, ahora soy un jodido pesado,
incluso doy asco. Curioso, mis dos últimas exnovias me han dicho la misma
odiosa frase: “me das asco”. Lo que es más curioso aún es que a ambas las traté
como reinas; sería eso lo que les molestaba, joder, podían haberme avisado que
preferían que las tratara mal y así me hubiera ahorrado tanto tiempo perdido
saliendo con ellas. Pensaréis que quiero ir de bueno diciendo que las trataba
bien, que es lo típico por supuesto, pero es cierto: las trataba demasiado
bien, hasta agobiarlas, como ellas me dijeron.
Agobiante. Así dijeron que soy. Pero os juro que daría cualquier cosa en la vida por tener alguna novia que me agobiara el doble de lo que yo las agobié a ellas.
Cambiando un
poco de tema (sino la entrada queda muy corta), últimamente la gente me da
asco. A ver, la gente me da asco siempre, pero hace unas semanas, quizá unos meses
que me dan más asco de lo habitual. No siento nada hacia nadie, no les tengo
cariño, aprecio, me dan igual. Incluso por mis amigos, por mis mejores amigos he
empezado a sentir una extraña y profunda indiferencia. Ni siquiera siento que
los quiera.
Hace un par de
semanas fui a ver a mi mejor amigo a la ciudad en la que está viviendo ahora, a
siete horas de la mía en tren. Imaginad lo que de debo quererlo para viajar
tantas horas sólo con la intención de estar con él. Y lo que no os podéis
imaginar eran las ganas que tenía de ir, muchísimas, llevábamos casi medio año
sin vernos. Pues lo vi, pasé cuatro días con él, le dejé un resfriado de
recuerdo y me volví a casa vacío, sin nada. Y ahora mismo no siento que lo
quiera. No siento nada.
Pocas veces me
he sentido tan solo como me siento ahora mismo pero la verdad es que me da igual.
Trato de poner en práctica el “desatino controlado” (leed algo de Carlos
Castaneda si no sabéis qué es): actúa sin que tus actos importen lo más mínimo.
Nada importa, cualquier cosa que hagas o suceda en tu vida tiene el mismo valor: ninguno. De
este modo puedes actuar libremente y tomar las decisiones que quieras sin
necesidad de involucrarte emocionalmente en ellas.
Sería como
mirar una película en el cine. Cuando estás viendo la peli y ésta te gusta
pones toda tu atención en ella, te dejas llevar por la película, incluso puedes
llegar a sentirla. Pero si en un momento dado dejas de mirar la pantalla y
miras tus palomitas, a la persona que tienes delante o escuchas a tus amigos al
lado susurrando es como si de pronto perdiera la magia, te desconectas de ella
y recuerdas que estás en una sala con decenas de personas más y que lo que
tienes delante sólo son actores fingiendo cosas que no son reales. Me gustaría
vivir así a veces: desconectándome de mi vida, mirándola como si sólo fuera una
película y nada fuera real. Significaría no implicarme en ello, no sentir
tanto. Supongo que lo que quiere decir, en resumen, es que a veces desearía ser
tan insensible como una pared pero, ¿para qué engañarme? Soy un pesado que ocultamente
sólo busca el cariño y aprobación de los demás.
“Es sólo
después de perderlo todo cuando somos libres de hacer cualquier cosa” (Tyler
Durden).
Ele